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Kristen Stewart en ‘Spencer’, la trágica fábula sobre la Princesa Diana, de estreno en salas de cine de Ecuador

El cineasta chileno Pablo Larraín, nominado al Óscar cf. Well (2013), parece fascinado por las mujeres cautivas de las jaulas sociales y cómo encuentran una ruta de escape. Recordemos a Natalie Portman llena de lágrimas y sangre como la Primera Dama en Jackie (2016). Luego, su drama sexualmente cargado Ema (2019) encontró a una bailarina callejera que rompía con las convenciones, la sociedad educada y su coreógrafo se volvió controlador. Esta vez trae Spencer, una ficción cargada de mucha emotividad y en la que da a conocer las demandas sofocantes a las que se someten a las mujeres famosas con ropa de diseñador y casas lujosas. Ante el mundo parecen tenerlo todo, pero la realidad es, a veces, mucho más triste: sus jaulas son Doradzas, pero siguen siendo una jaula.

Spencer es una inquietante reinvención de unas tensas vacaciones navideñas en la vida de la princesa Diana. La visión de Larraín está llena de secuencias de sueños, dolor interno y externo, diálogos llenos de metáforas y Kristen Stewart cavilando sensacionalmente bajo varios sombreros y el característico corte de pelo corto de Diana, ofrece una actuación digna de un Óscar (a algunos les callará la boca). La película tiene como objetivo colocar a la audiencia en el estado mental de su heroína tanto como quiere capturar el sentido del tiempo de principios de los 90 y ese punto en la relación real cuando las cosas comenzaban a desintegrarse.

El filme anuncia a la audiencia con una frase: “Una fábula de una tragedia real”, lo que marcará el tono de que lo que están a punto de ver es más ficción que realidad. La princesa Diana (Stewart) llega tarde al comienzo de las festividades navideñas. Se pierde en el área donde creció como vecina de la familia real, un símbolo de cómo ha perdido partes de sí misma a lo largo de los años tratando de estar a la altura de las expectativas. Una vez en los terrenos reales, la recibe un ex oficial militar de rostro severo, que es los ojos y los oídos de la familia. No hay nada que ella pueda hacer sin su conocimiento. Ella es una princesa enamorada al borde de un ataque de nervios. Insegura e infeliz, oscila histéricamente por los inquietantes pasillos del majestuoso palacio. Aquejada de trastornos alimentarios, insomnio y delirios, aprovecha cada oportunidad para escapar de las miradas hostiles y las palabras frías y condescendientes.

Cuando se reúne con sus hijos William y Harry, Diana intenta poner czar de valiente aunque sepa que su marido, el príncipe Carlos (Jack Farthing) está teniendo una aventura. Su ansiedad y depresión comienzan a sacar lo mejor de ella. Ella empieza a ver el fantasma de Ana Bolena, la ex esposa de Enrique VIII que fue decapitada para que su esposo pudiera casarse con su amante, como un presagio de lo que se hará con ella. Diana encuentra en Maggie una aliada entre su personal, la encargada del vestuario, pero incluso ella es apartada justo cuando Diana más la necesita. Robada de su privacidad fuera y dentro de la opulenta propiedad, las paredes se sienten como si se estuvieran acercando a Diana mientras pierde el control de la realidad.

Larraín muestra a una Diana malhumorada, una actuación que probablemente generará divisiones entre los defensores de la princesa. Esta visión del cineasta no es una interpretación directa del descontento de la princesa con las tradiciones y la navideña pump. Hay secuencias con Ana Bolena que parecen bastante severas, pero quizás el primer indicio de la audiencia de que esta no es una película biográfica típica es durante la primera cena, cuando una Diana disgustada se enferma por las perlas que su esposo la obliga a usar: un collar que ella sabe también se le dio a su amante, por lo que rompe el collar, enviando las perlas a su alrededor, incluso en su crema de arvejas. Luego procede a comer una de las perlas, rompiéndolas dolorosamente con los dientes antes de la siguiente toma de ella huyendo del dolor. Ahora, el comer las perlas imaginadas se puede interpretar de varias maneras, pero el dolor de sufrir durante una cena con su esposo infiel al otro lado de la mesa la afecta físicamente.

Cerca del final de la película, un flashback de la moda vuelve a visitar a Diana en los primeros días de su juventud con algunos de sus atuendos más famosos, como su vestido de novia. Esta secuencia ocurre después de que se le haya negado volver a la casa de su infancia. Ella va de todos modos y mira las ruinas de su niñez perdida. Es un momento intenso.

El diseño de producción de la casa de vacaciones de la realeza es la interpretación más cercana de la idea de Larraín de una jaula dorada. Tiene muchos detalles y lleno de grandiosidad. Sin embargo, cuando Diana y sus hijos se quejan de que hace frío, nadie se atreve a subir la calefacción para satisfacer sus peticiones. Es solo otra metáfora en este cuento de hadas pasado de moda inspirado en la fascinación de la gente con una mujer que nunca tuvo mucho tiempo en la vida para disfrutar sus días fuera de su jaula dorada.

Source: Eluniverso

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